Dos monjes budistas iban viajando juntos y tenían que atravesar un río caudaloso, en la orilla estaba una mujer que les pidió por favor que le ayudaran a cruzar, pues ella no podía hacerlo por sí sola.
Uno de los monjes, obedeciendo las reglas de su Orden que prohibía a los monjes hablar o tocar a cualquier mujer, la ignoró y atravesó el río.
El otro monje se compadeció de la mujer, la cargó en brazos y la llevó al otro lado del río, donde se despidió de ella y luego los dos monjes continuaron su viaje.
Durante el camino el monje que cumplió las reglas iba enfadado, recordando lo que había hecho su compañero.
Tras muchas horas de viaje y muchos kilómetros recorridos el primer monje seguía pensando en lo ocurrido y cuando no aguantó más su enojo, le reclamó a su compañero por haber desobedecido las reglas, por arriesgarse a ser expulsado, por haber deshonrado a su congregación.
El segundo monje le respondió:
“Yo dejé a esa mujer a la orilla del río, tu por qué sigues cargando con ella?”
Y es que a veces querid@s amigos se siguen cargando enfados, iras, problemas, cuando deberíamos dejarlas por el camino… lo pasado, pasado está. Debemos avanzar en el camino y vivir en el presente. En el aquí y ahora, dejando atrás todo aquello que daña o que nos impide evolucionar. Vivamos en el amor y no en el rencor y odio.
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